domingo, 6 de mayo de 2018

El poeta Luis García Piedehierro estuvo con nuestros alumnos

LUIS GARCÍA PIEDEHIERRO: POETA ALMENDRALEJENSE, PROFETA EN SU TIERRA


Gracias a la Subdirección General de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas recibimos este curso en el centro al poeta almendralejense Luis García Piedehierro.


Para nosotros es un triple placer: por ser poeta que va progresivamente abriéndose un hueco en las letras españolas; por ser de nuestra tierra y por ser hijo de una compañera que trabaja en nuestro centro.
La escritora Blanca Sol Efe nos dice en Efeestilo.com:
La poesía digital de Luis García Piedehierro salta a un libro
Luis García Piedehierro, más conocido como @luisgarciaph, que empezó compartiendo sus poemas en Instagram hace un año, ha publicado su primer poemario “Inesperadamente”, bajo el sello de Planeta. 
Los grupos de 3º de ESO tuvieron un agradable encuentro con él, dialogaron sobre el sentido de sus poemas y leyeron con él.
Leyeron versos como estos que aparecen en su último libro:

BESOS. VERDADES
No por besar más fuerte
se es más sincero.
Pero contigo
yo hago las dos cosas.
Besos fuertes.
Verdades en los labios.
Siempre.

Al final del encuentro firmó algunos de los ejemplares de su última obra publicada en Planeta: Inesperadamente
Podéis conocer algo más al autor en su página de facebook

Entrega de los Premios del Departamento de Lengua en el Día del Libro

PREMIOS LITERARIOS 2018: DEPARTAMENTO DE LENGUA


Como cada 23 de abril, procede el Departamento de Lengua del IES Arroyo Harnina a la entrega de los premios de los diferentes concursos realizados por el Departamento.

Este año se encarga de realizar la entrega don Pedro Rodríguez Vélez. 

Se procede primero a la entrega de los Premios de Narrativa en su categoría A y B. Los premios se otorgan, en la categoría A a la alumna Raquel Herrera, DE 2º ESO D, y en la categoría B a la alumna  Cándida Chabaud.
El elemento clave de la narración debía recoger una oración del comienzo de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë, en homenaje al bicentenario de su nacimiento:"Ese solitario vecino va a inquietarme por más de una causa".

TGANADORA DEL CONCURSO DE NARRATIVA
CATEGORÍA A
Raquel Herrera González, 2º ESO – D

Doy vueltas en la cama como cada noche desde hace un mes y medio. Las sábanas de coralina se enredan en mi cuerpo dificultando mis movimientos; la luz verde del reloj digital que hay sobre mi mesita parpadea en la penumbra de mi dormitorio iluminando levemente la pared gris que hay tras el cabecero de forja. Entrecierro los ojos con disgusto cuando los primeros rayos de la mañana se cuelan por mi ventana, impactando directamente en mi rostro. Retiro las sábanas de mi cuerpo entre patadas descoordinadas, gruño con frustración cuando la música de mi nuevo vecino hace vibrar las finas paredes de mi pequeño piso. Hace un mes y medio, cuando intentaba abrir la puerta con las manos llenas de bolsas del supermercado, escuché un ruido extraño en la puerta que hay junto a la mia. Estaba asustada, ya que desde que la anterior propietaria falleció hace unos años de un paro cardíaco en su sofá, la casa se había mantenido vacía. Consideré llamar a la policía, pero el móvil no tenía batería; pensé en salir huyendo a buscar ayuda y después pensé en la cara y los pensamientos que tendrían; la palabra “loca” resaltaba en mayúsculas. Así que dejé todas las bolsas sobre la encimera de granito que rodea mi pequeña cocina, miré el cajón de los cuchillos y sin dudarlo cogí el más afilado que había.

Más vale prevenir ¿no?, pensé guardándolo en el elástico de mis pantalones. Levanté la mano temblorosa y golpeé un par de veces la puerta de madera oscura, retrocedí varios pasos con la mano en el mango de mi cuchillo, el que usaba con frecuencia para cortar los tomates de la ensalada. El pánico fluyó por mis venas al pensar que si era un atracador, nada podía hacer con mi cuchillo de tomates. Entonces, lentamente la puerta se abrió provocando un sonido desagradable por las bisagras milenarias. Bajé la vista apretando el agarre de mi arma. Un par de pies grandes enfundados en unos botos negros aparecieron en mi campo de visión, seguido de unos pantalones demasiado grandes para su esquelético cuerpo.

¿Quién eres?

Parpadeé un par de veces confusa y le miré a la cara, conteniendo la respiración inconscientemente. Es alto y delgado, una pierna mia son dos brazos suyos, con los ojos más oscuros que alguna vez me enfrenté y una palidez escalofriante. No tengo ni idea de cómo lo conseguí, pero armé una frase de cinco palabras sin tartamudear:

Vivo ahí, en el 3B señalé, aparté la mano de mi cadera cuando sus ojos se trasladaron de mi rostro a mis vaqueros. Temí por ello y me aparté hasta estar a unos pasos de mi casa.
¿Tienes miedo? preguntó con una sonrisa extraña en sus pálidos labios. Detecté diversión y un tono irónico que solo confundió el pánico con el terror.
No, solo quiero saber quién eres, pero mejor me marcho.

Cerré la puerta de mi casa suavemente tratando de demostrar una tranquilidad demasiado fingida. Me apoyé en la puerta con los ojos cerrados y por una vez desde que comenzó el día tuve los pensamientos más claros y realistas.
Ese solitario vecino va a inquietarme por más de una causa.



 En la categoría B con la misma oración de fondo, el trabajo premiado correspondió a Candida. He aquí su relato:

GANADORA DEL CONCURSO DE NARRATIVA

CATEGORÍA B
Cándida Chabaud Morillo, 2º Bachillerato – A
Nunca me gustó vivir en sociedad. Desde pequeño he vivido en el campo, rodeado de árboles, a kilómetros de cualquier gran ciudad. Es cierto que aquel internado al que iba desde los tres años me hizo pasar los momentos más horribles de mi vida (gracias a los niños que urdían planes maquiavélicos para molestarme y a los que nadie parecía reprenderles), pero le agradezco a mis padres el haberme enseñado a vivir solo, y a amar lo único que me amaría a mi: el bosque.

Cuando tuve edad y fuerzas para volar, escapé de allí deseando no volver a pisar aquellas baldosas mugrientas que atestiguaban el precario estado del edificio.
Esa noche supe que podría irme sin que nadie se percatase en mucho tiempo mis padres solo me mandaban una postal en navidad; así que empaqueté lo poco que tenía y corrí hacia la frondosa maleza que parecía abrirse a mi paso a modo de bienvenida.
Cacé, bebí y me acomodé en un pequeño claro, al que poco a poco fui reconociendo como mi hogar.
Dios sabe que las condiciones eran inhóspitas, pero había algo (o alguien) que me protegía. Notaba a diario su cálido abrazo. Este ente, esa alma del bosque me guardaba acercando una presa cada vez que necesitaba comer, haciendo que los árboles abrieran sus brazos cerrando el claro y creando una cubierta que me protegía de viento y lluvia. Me amaba y yo le correspondía.
El tiempo era (para mi) relativo, pero puedo asegurar que muchos años después, cuando la nieve se posó sobre las ramas-techo, como el merengue que recubría las tartas que solían ofrecer en la recepción de los padres en verano en el internado y que era lo único que podía disfrutar esos días, alguien comenzó a merodear en el bosque. Tras varios días de ruidos, luces y humaredas cercanas pude ver al hombre que por razones inciertas había decidido mudarse a mi lado.
Solo entonces, cuando divisé aquella cara curtida por el sol y la experiencia, aquella mirada azul que hipnotizaba y aturdía, y esa sonrisa destruida que en conjunto mostraban un rostro intrigante. Un fugaz pensamiento cruzó mi cabeza: “ese solitario vecino va a inquietarme por más de una causa”. Una efímera advertencia que ignoré al creerme a salvo en las entrañas de mi aliado.
Le observé mientras pasaban los días; aquel hombre se dejaba ver en ocasiones. No vivía en el bosque como yo. Iba y venía de algún lugar cercano a la polis, le delataba su aroma ocasional tan poco natura a jabón y tabaco.
Algunas noches oía desde mi claro algún grito que otro, seguido de un hedor a hierro (sangre) y a carne en putrefacción que duraba varios días. Una de esas, curioso por saber cuáles eran las prácticas de aquel hombre, me deslicé entre las sombras creadas por las llamas del fuego que él cuidaba sobre la maleza. Y allí estaba, delante de la fogata, manipulando algo a mis espaldas.
Algo ocurrió; en u mal paso caí al suelo tras él. Esta vez el bosque no quiso ayudarme. El hombre me miró, no parecía sorprendido, sus pupilas se habían reducido al máximo lanzando una mirada propia de alguien enfermo y ansioso; acompañándose de una tenue carcajada sonrió avanzando hacia mi. Yo, aunque paralizado de terror, estaba decidido a correr. Me levanté de un salto e hice, sin darme cuenta, el camino de regreso a mi antiguo internado. Lo hice lleno de desconcierto: el bosque, mi único amor, me había abandonado, me había vendido…
Cuando choque con la entreabierta puerta metálica de aquella vieja institución, opté por esconderme allí, con la esperanza de que aquel hombre no me buscaría allende.
El edificio estaba en peores condiciones que antes. Se oían los ruidos de las ratas arañando tuberías, y si afinaba más el oído podía percibir a los insectos buscando comida y casa bajo aquellas baldosas verdecidas por la humedad.
Me dirigí inconscientemente hacia mi antiguo cuarto. Algo me decía que no subiera aquellas escaleras medio derruidas, y que no empujase la puerta que hace años usaba a diario. Más muerto de miedo que de asco, avancé por el pasillo donde solía asearme junto a una docena de niños. Entonces paré en seco. Vi algo que me sobrecogió. Giré a la par que mi corazón aumentaba exponencialmente sus pulsaciones.


Lo vi. Vi a aquel hombre de piel curtida y ojos azules, ahora con semblante perdido y atemorizado. Lo vi a través de un espejo que colgaba frágilmente de aquella pared. Ese hombre era yo.
Y como en una proyección de películas se activó un mecanismo y en mi mente hubo una sensación de imágenes que me recordó por qué huí aquel día del internado. Recordé cómo, harto de los niños que me habían la vida imposible cogía una navaja de la cocina y los asesinaba, al igual que acallé con el velo de la muerte a la institutriz y al cura que acudieron alarmados.
Recordé que por eso tenía que matar a esos padres de paja que observaba a veces en la ciudad, para salvar a esos niños; y por eso tenía que destruir ahora el bosque, mi nueva familia que me traicionó al hacerme volver aquí. Bajando encontré una caja de fósforos con alguna cerilla sin mojar. Corrí hacia el bosque y cuando me encontré en sus adentros le prendí fuego, con aquel hombre, yo, ese maldito asesino dentro.
Tres días más tarde solo quedaron cenizas y el alma triste de un pobre niño anhelante de cariño.


Para el concurso de poesía el punto de partida fue un poema del poeta de la Generación del 27, Gerardo Diego, en el 30º aniversario del año de su fallecimiento. Utilizamos el poema Columpio y estos fueron los mejores resultados:


GANADOR DEL CONCURSO DE POESÍA


CATEGORÍA  A
Ganador: Ángel Martínez Madera, 3º ESO – A            

           EL COLUMPIO SIN FIN

El columpio de la vida es un ir y venir
como las teclas de un piano
que casi nunca tiene fin.

Muchos niños juegan sin cesar
pero al montar en él
se paran a pensar.

Si me monto y me olvido
¿cuándo he de acabar?
Muchos de ellos acaban
balanceándose al compás
en este gran columpio
del nunca acabar.

Levantando las manos, para intentar coger la luna
como si fuera un pequeño  niño en su propia cuna,
de un lado para otro sin comienzo y sin fin
balanceo tras balanceo,  llegando a ser feliz
como en las grandes aventuras del capitán Tintín.
                                   

                               GANADORA DEL CONCURSO DE POESÍA


CATEGORÍA  B
Marta Pérez Pérez,  1º bachillerato - A


    SOY

Soy miedo,
soy esperanza,
soy venganza,
soy desvelo. 

Sin poseer alas
vuelo,
volando
Nadie me alcanza.

Ligera como el aire
y fría como el hielo,
tapada con un velo
pero desnuda me anuncio.

Estoy fuera,
estoy dentro,
soy el vaivén
de un columpio.

Para algunos soy castigo,
para otros, salvación,
mas nadie tiene razón:
me limito a ser conmigo.

Y aunque lleve a tus amigos
y ya más no puedan verte,
no lloréis: vendréis conmigo.
Soy el fin.
Yo soy la muerte.

En el concurso de marcapáginas que realizaron los alumnos en la biblioteca el Día del Centro, los ganadores han sido:

                               GANADORA DEL CONCURSO DE MARCAPÁGINAS

CATEGORÍA  A
Lucía Álvarez Núñez,  3º - A



                              GANADORA DEL CONCURSO DE MARCAPÁGINAS

CATEGORÍA  B
Silvia del Puerto Velarde,  4º - PRAGE
 




 GANADOR DEL I CONCURSO DE CÓMIC
Se incorpora este curso una nueva categoría de premios, motivada por la inclusión del cómic en nuestros contenidos y por el desarrollo que hemos ido dando a este tipo de textos literarios. 

El ganador fue el alumno Marcos Rivero Mesías de 3º ESO A