GANADORA DEL CONCURSO DE NARRATIVA
CATEGORÍA A
EL CALLEJÓN
Sara caminaba por las calles de Nueva York despreocupada y ajenas a los demás. Iba tan distraída leyendo el periódico que lo se percató de que alguien venía corriendo en su dirección.
⎯¡Auch! ⎯exclamó dolorida, alguien la había tirado y ni siquiera se había parado a ayudar.
Se levantó enfadada, dispuesta a decir alguna grosería, pero algo en el suelo llamó su atención, se agachó a coger el objeto.
⎯¿Un espejo? ⎯. Confundida revisó el bonito espejo dorado; el recuerdo de su agresor llegó a su mente, lo guardó en su bolso y retomó su camino hasta el trabajo.
Saludó a su jefe y se puso el mono de trabajo, le dio la vuelta al cartel que anunciaba el horario del establecimiento. Siempre le había llamado la atención el simple cartel, los colores vivos que contenía la linterna, las palabras “Open”, “Close”, en cursiva y de distintos colores.
Observó el cartel unos segundos más y se puso a trabajar. Varios clientes entraban en la ferretería para comprar un cartucho de tornillos, sogas o alguna otra cosa.
La deseada hora de cierre llegó. Caminó a oscuras por las peligrosas calles e NY. Un extraño sonido que provenía de un sucio callejón llamó la atención de la curiosa castaña. Apretó sus manos al abrigo un poco asustada, a pasos temblorosos se acercó al misterioso callejón.
Lo que vio allí la dejó estática, contuvo la respiración varios segundos y echó a correr. Sus piernas le dolían y le pedían a gritos que parase, pero su mente le ordenaba que huyera sin mirar atrás.
Llegó a su casa con la respiración agitada, aseguró que todo estuviera cerrado y se tiró al viejo sillón jadeante. Encendió la televisión y puso las noticias:
”Se encuentra el cadáver de la joven Elena Smith, su cuerpo estaba en un callejón de los barrios bajos de NY. Se pide colaboración para hallar a los responsables de esta tragedia”.
Apagó la televisión angustiada, ella podría ayudar, lo había visto todo, pero algo dentro de ella le decía que no era buena idea.
Al día siguiente se levantó para ir al trabajo, tenía un mal presentimiento y eso la ponía nerviosa.
Al salir de su casa encontró una pequeña nota; con manos temblorosas la cogió, se aseguró de que nadie la viera y la leyó.
⎯”Despídete, sabemos lo que viste y como una cobarde huiste sin ayudarla; antes de que se acabe el día MORIRÁS”.
Corrió hasta la comisaría más cercana. Sin esperarlo, un coche la arrojó haciendo que su cabeza se golpeara brutalmente contra la acera.
Tenía razón, fue una cobarde; tal vez si hubiera ayudado en su momento, ambas podrían estar vivas; ahora ya no hay nada que hacer.
Raquel Herrera González, 1º ESO – C
GANADORA DEL CONCURSO DE NARRATIVA
CATEGORÍA B
HOMBRE EN SEPIA
Las ocho y media de la mañana. La luz del sol, tenue, como una linterna destinada al a extinción en medio de la más inmensa claridad, empezaba a despuntar a lo lejos, entre los restos de civilización.
El invierno estaba llegando. Los árboles, como espejo de este, reflejaban su efecto. La calle desolada quedaba vestida de tonos ocres y marrones; pero ya, las hojas no abrigaban las escuálidas ramas, sino que, con su manto, abrazaban los adoquines de piedra.
A lo lejos, socavando el horizonte con su ausencia, caminaba despacio, sin prosas por vivir, un hombre. Portaba una gabardina que cubría su torso. Su cabeza sujetaba una mascota, aunque cualquiera que se detuviera a observar, apreciaría que era la mascota la que sujetaba su cabeza ⎯ocultando sus pensamientos suicidas⎯. Un bastón en su mano izquierda le otorgaba ese color sepia que complementaba el paisaje, sin alterarlo con su presencia; en armonía con su triste letanía.
Vivía cabizbajo, en pleno retiro interior y silbando siempre alguna lúgubre melodía, poniendo banda sonora a su periódico paseo matutino.
⎯Si mi vida se tratara de una obra ⎯se decía⎯ , mi actuación se sucedería en un soliloquio permanente.
Recordó cómo, esa misma mañana, cuando el mundo aún dormía, ebrio de tristeza y desesperada desolación (o, quizás, desolada desesperación), una opaca realidad, en forma de destello, cruzó su mente desgarrada. Había defendido desde que tenía memoria sus ideas con pasión. Pero ya no tenía ideas. Cuánta pasión soterrada, pensó.
Su vida, cual cartucho usado, se encontraba arrugada y rota; sin utilidad. En algún momento de su breve y sucinta existencia, de manera premeditada, con medida rabia, había sentenciado su final. Ahora navegaba a la deriva en medio de un mar interno en plena tormenta.
⎯Volvería a casa ⎯se decía⎯, pero ya no hay nadie que me espere allí.
Carmen Sánchez García, 2º Bachillerato – A
GANADOR DEL CONCURSO DE POESÍA
CATEGORÍA A
¿Dónde estaría esa respuesta
que se escondía
en mi interior?
Tan fácil sería la respuesta,
que se encontraba en mi corazón.
La respuesta está en el corazón,
No es más importante
Lo físico que lo interior.
Queremos respeto,
pero no lo damos.
Queremos igualdad,
y no la ofrecemos.
Queremos derechos,
pero no los regalamos.
Con el paso del tiempo
pudrimos nuestro corazón.
Lloramos, envejecemos,
dejamos de soñar, vivir,
Y sobre todo… de soñar.
Marcos García Guerrero, 1º ESO – C
GANADORA DEL CONCURSO DE POESÍA
CATEGORÍA B
Y VICEVERSA
“La respuesta está
en esas circunstancias
antojadizas de ésta,
la vida, caprichosa”.
Antojos y caprichos;
caprichos y antojos…
¡Qué más dará!
Antojos como lunares
y caprichos como labios.
Quiero decir, que tus lunares como antojos
o tus labios a modo de capricho.
Caprichos carnales (antojadizos)
y antojos anatómicos (caprichosos).
Te siento en cada capricho
y me faltas en cada antojo.
¡Qué enredo tan falto de redes!
Quería decir que te me antojas
en cada capricho,
y que me encaprichas
en cada antojo.
No,
no,
no.
Que te dudo en los labios
que me encaprichan,
pero que son certeros
los lunares que se me antojan.
O, tal vez, era, simplemente,
sencillamente: tú.
Con tus antojos caprichosos
que tienden a caprichos antojadizos.
Caprichosa cual niña antojadiza.
Con viceversa.
Ideas caprichosas que,
de manera antojadiza,
con complejo de antojos,
enredan.
Aunque tú…
Tú no eres uno de esos caprichos antojadizos,
pero sí uno de esos antojos caprichosos.
Y me temo que, esta vez,
sin viceversa.
Carmen Sánchez García, 2º Bachillerato – A
He aquí imágenes de la entrega de premios.