Ana
María Matute Ausejo (Barcelona, 26 de julio de 1925 - 25 de junio de 2014) fue
una novelista española miembro de la Real Academia
Española, donde ocupaba el asiento «K», y la tercera mujer que
recibió el Premio
Cervantes, obtenido en 2010. Matute fue una de las voces más
personales de la literatura
española del siglo XX.
comenzó la Guerra Civil Española de 1936. La violencia, el odio, la muerte, la miseria, la angustia y la extrema pobreza que siguieron a la guerra marcaron hondamente su narrativa. La de Matute es la infancia robada por el trauma de la guerra y las consecuencias psicológicas del conflicto y la posguerra en la mentalidad de una niña, y una juventud marcada por la Guerra, se reflejan en sus primeras obras literarias centradas en "los niños asombrados" que veían y, muy a pesar suyo, tenían que entender los sinsentidos que les rodeaban.[1]
Escribe su
primera novela, Pequeño teatro, a los 17 años.
Pertenece
a la generación de medio siglo, que también se conoce como la generación
del 50 , la de los "niños asombrados", o de "los
niños de la guerra", formada por escritores que vivieron su infancia durante
la guerra civil española. La obra más representativa de Ana María Matute sobre
el tema es Primera memoria.
A partir del nacimiento de su
hijo, se dedicó también a la literatura infantil y juvenil, con la que
consiguió el Premio Nacional de Literatura
Infantil y Juvenil (1984) por Sólo un pie descalzo.
Para los que estéis
interesados en seguir indagando sobre la autora os ofrecemos un enlace a su sitio
oficial.
Debo decir que si una obra me
ha apasionado de ella y ha sido capaz de trasladarme a un mundo de aventuras de
otras épocas, ella lo ha logrado con Olvidado
rey Gudú (libro que os recomiendo).
"La verdad es que Olvidado Rey Gudú es el libro que
desde niña quise escribir, y ahí está todo lo que soy, está Europa, la cultura
de la que vengo", dijo en una entrevista. Éste es el libro que despositó
en la Caja de las Letras[2]
del Instituto Cervantes en 2009.
[2] El Instituto Cervantes,
aprovechando la presencia de la cámara acorazada en el sótano del edificio
Cervantes de su sede de la calle Alcalá, 49, de Madrid, utiliza las cajas
de seguridad para que grandes personajes de la cultura hispánica depositen un
legado que no se abrirá hasta la fecha que ellos decidan. Hace las funciones de
una Cápsula del
tiempo.